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El exjugador de los Medias Rojas de Boston y miembro del Salón de la Fama, David Ortiz, rompió el silencio sobre el sorpresivo traspaso del antesalista Rafael Devers a los Gigantes de San Francisco.
Ortiz, una de las máximas figuras en la historia reciente de la franquicia de Boston, reveló que la noticia lo tomó desprevenido, incluso tras haber estado en la ciudad días antes del movimiento.
“Yo estaba en Boston la semana pasada y no escuché nada de eso. Nunca soñé en rumores de cambio porque siempre traté de mantenerme al margen. Ya cuando un equipo te paga un dinero así y decide cambiarte después de tu primer año, es porque entienden que deben seguir buscando en otro lado”, comentó el legendario bateador designado.
Durante la entrevista con el periodista Yancen Pujols. Ortiz fue enfático en señalar que en las Grandes Ligas, ningún jugador está por encima del juego. Aunque elogió el talento ofensivo de Devers, también señaló la importancia de la madurez y del manejo profesional dentro del sistema de las franquicias.
“Siempre he dicho que es un buen bateador. Pero han pasado muchos jugadores por el béisbol y cuando salimos, la pelota sigue. Tengo ocho años retirado y el juego continúa. Los Red Sox no hicieron todo perfecto, pero los jugadores tienen que dar el brazo a torcer, porque los equipos son los que mandan”, indicó.
Además, Ortiz reconoció que él mismo enfrentó momentos difíciles con la organización, pero supo mantener el equilibrio gracias al apoyo de sus asesores y a una actitud controlada:
“Conmigo también se equivocaron, pero yo tenía asesores y el ego escondido. Devers es un muchacho que quizás no tiene la madurez necesaria. No todo lo que hizo lo hizo bien, pero con los equipos hay que saber manejarse”.
El sorpresivo cambio de Rafael Devers, una de las figuras centrales del proyecto deportivo de Boston tras la salida de estrellas como Mookie Betts y Xander Bogaerts, ha generado reacciones a todos los niveles. La perspectiva de David Ortiz aporta una mirada desde la experiencia, y recuerda que el béisbol, como negocio, no perdona falta de visión, ni de humildad.